Fuga de cerebros en los Hospitales del Estado
En pleno siglo XXI, hay que adecuar la visión a los cambios tecnológicos y a las exigencias que la salud ocupacional pide, para tratar de darle al empleado no solo una buena cobertura en vacunas, sino también, satisfacción laboral. La satisfacción laboral es un tema que ha sido discutido por especi...
Autor Principal: | Carrasquilla. R., Ciodelma C |
---|---|
Formato: | Artículo |
Idioma: | Español |
Publicado: |
2010
|
Materias: | |
Acceso en línea: |
http://up-rid.up.ac.pa/552/ http://up-rid.up.ac.pa/552/1/FUGA%20DE%20CEREBROS%20EN%20LOS%20HOSPITALES%20DEL%20ESTADO.pdf |
Sumario: |
En pleno siglo XXI, hay que adecuar la visión a los cambios tecnológicos y a las
exigencias que la salud ocupacional pide, para tratar de darle al empleado no solo una buena
cobertura en vacunas, sino también, satisfacción laboral.
La satisfacción laboral es un tema que ha sido discutido por especialistas como Edwin
Locke (psicólogo laboral). Para éste, cada individuo, según sus necesidades y expectativas,
hace un juicio de valor en su entorno laboral, logrando satisfacción y/o insatisfacción.
Es decir, que tal vez unas enfermeras se sientan satisfechas de trabajar en hospitales
privados porque hay menos riesgo de contagio, hay más recursos y equipo, aunque su
remuneración sea menor. En los hospitales del Estado, hay más trabajo y a la vez, menos
recursos humanos y de materiales, en consecuencia mayor estrés laboral.
Si bien es cierto que ahora se les da la oportunidad a muchos profesionales jóvenes
encargarse de los servicios, hay todavía servicios, en áreas críticas, en donde no se realiza la
rotación de puestos y tampoco se le da mucho apoyo al personal que estudia y trabaja, con
la flexibilidad de los horarios.
No podemos dejar de lado a las enfermeras que contraen enfermedades comunes
crónicas, ocasionadas por el trabajo y/u ocupacionales que limitan su función. Hemos
observado, no solo descontento y frustración en salas recargadas de trabajo, donde no baja el
nivel de exigencias, saliendo las rotadoras y encargadas en turnos de 12 horas para poder
dejar lo mejor posible el servicio. Con el agotamiento continuo, el desánimo y la falta de un
sistema de incentivos, llegamos a la deserción de enfermeras que buscan estabilidad laboral
y disminuir el riesgo del Síndrome de Burn-out.
Muchos profesionales, ya con más años de servicio, demuestran síntomas de
descontento por falta de reconocimiento, exceso de trabajo e incluso, apatía en su trato hacia
los compañeros y pacientes. Lo anterior lleva al consiguiente aumento de las enfermedades
comunes y al ausentismo laboral.
La fuga de cerebros es uno de los más graves problemas que enfrenta la salud pública,
ya que, al no realizar cambios significativos a nivel del Sistema, por más que se gradúen
enfermeras en nuestras Universidades, no tendremos recursos humanos que trabajen con
eficiencia, que sienta que este trabajo es una bendición y no un castigo.
La fuga de cerebros de los hospitales debe hacer reflexionar a los administrativos de
las instituciones de salud, quienes pueden realizar rondas durante los servicios, encuestas al
personal y círculos de calidad con el fin de llegar a un consenso, mediante el cual se busquen
los mecanismos que contribuyan a evitar la pérdida de profesionales valiosos. Entre las
medidas, se sugiere una ordenada reingeniería del personal según preparación y desempeño
por puestos. Establecer con apoyo privado, incentivos para enaltecer la autoestima del
personal de todas las áreas. Pero, sobre todo, debemos tener presente que lo que mueve el 20
corazón de una institución, no es la tecnología, sino el carisma de la gente que trabaja en ella
y, el amor que entregan a lo que hacen.
Podríamos señalar que la burocratización de las instituciones de salud y la poca
disposición de sus máximos líderes, para promover cambios que fortalezcan la satisfacción
y buenas relaciones interpersonales, influye en la fuga de cerebros de las instituciones, ya
que la producción y la sobrecarga de trabajo van de la mano, provocando al trabajador
mayor agotamiento físico y mental.
La sobrecarga de trabajo y la insatisfacción laboral, no solo aumenta el riesgo del
síndrome del quemado, con todas sus consecuencias, que van desde irritabilidad, taquicardia,
insomnio, entre otras, hasta llegar a la depresión, el aislamiento social y hasta el suicidio. |
---|